Siempre te dicen que después de los veinticinco los amigos se van restando. Pensé que eso me sucedería con la suavidad y sabiduría propia de los años, que nos pone expresiones fijas en el rostro al mismo tiempo que nos va sacando de a poco las canas. Nunca imagine que seria más parecido a un balde de agua fría mientras caminas por la calle a las diez de la noche y por primera vez en la vida te preguntas si acaso debes alejarte y ser tú de esos amigos que se restan ¿Es eso correcto? Quizás debamos rendirnos a los cambios, restarnos cuando ya no podemos dar más o cuando no nos quieran recibir con el mismo corazón abierto con el que nos entregamos.
G.
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Ilustración de Paula Bonet |
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