miércoles, 25 de junio de 2014

Gastos menores

Hace meses Valeria se llevo la mayor parte de sus cosas, sólo dejo la bombilla quemada en su habitación y una que otra caja con revistas.

Nunca le he contado a nadie como conocí a Valeria, y creo que esta vez no será la excepción. Sólo dire que no la he vuelto a ver y en parte lo agradezco. Los días han sido más "respirables", sin la tensión oscilante que significa tenerla cerca, esa que se confunde con amor y angustia.
Nunca pude decifrarla y pienso que fue reciproco; quizas por eso no lamente tanto este desenlace tan obvio y sea la imagen de ella parada bajo el dintel del la puerta algo recurrente en mis horas de nada. Siempre que aparecia en ese lugar sosteniendo cualquier de mis libros olvidados en la cocina valanciandolos con una mano; miraba de reojo el titulo, sonreia y decía del modo más sarcastico imaginable — Geny!! toma tus "grandes ideas"! — justo antes de lanzarlo sobre mi cama, para irse con la elegencia caracteristicas de las viboras. Yo dejaba la mirada fija en el marco unos segundos más por si volvia. Para ser sincera, esperando que volviera. Sentía que traía todo lo bueno de la calle cada vez que ponía un pie cerca de mi cuarto; llegaba con ese aroma a sol y esa brisa llena de sonidos hermosos que ignorados por comunes que me decían que allá afuera había vida y que ella era la encarnación de todas esas cosas buenas. Entonces a mi no me importaba que mis libros volaran por el aire si era ella era quien los lanzaba. Quizas ese haya sido es sentimiento más estúpido y menos poetico que experimente hasta ahora, pero no por eso menos sentido.
Ahora que puedo ver las cosas con algo de perspectiva, puedo decir que jamás sentí eso por Miguel. Él sólo aparecía trayendo angustias que crecían materializandose en las manera en las en que él no me quiso o me evitaba. Nada parecido a Valeria, era una angustia distinta el hecho de saber que sí podría quererla de la misma manera que ella me queria, que sería justo, que seria suficiente. Que más puedo decir, si a final de cuentas esto se reduce a un millon de sensaciones malamente descritas y sin ninguna posibilidad de hacerla real aquí y ahora. 
          Desde ella las cosas aquí en Santiago son diferentes, aunque las tardes son igual de frías y mi departamento tenga un cuarto a oscuras disponible que no quiero alquilar sólo para sentir su ausencia, porque así sé que alguien en esta puta ciudad me quiso.  Con eso ahogo el aullido que se escapa al parque Inés de Suarez  y choca con mi ventana para retumbar en los rincones. Así no siento que todo ha desaparecido porque al menos la tengo a ella bajo el dintel. 


Genevieve.

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